SPOTSWOOD
Spotswood es
una película muy interesante dirigida por Mark Joffe en 19991, con Anthony
Hopkins, Ben Mendelsohn, Toni Collette y Russell Crowe en los papeles
principales.
Hopkins da vida a un asesor de productividad que, al
inicio del filme, está trabajando en Durmack, la segunda empresa del país en
componentes de automóvil, y sugiere a los directivos que despidan a 480
trabajadores: “los que no son necesarios”. Como no está muy claro que la
operación vaya a salir adelante, su socio filtra a los sindicatos que se van a
producir mil despidos, lo cual crea un enorme malestar y hace que el personaje
al que da vida Hopkins reciba todo tipo de insultos y agresiones, Cuando,
finalmente, la empresa sólo despide a 500 obreros, tal como sugirió el asesor,
los sindicatos se muestran satisfechos por lo que consideran un logro sindical.
Nuestro protagonista ha de asesorar a otra empresa,
concretamente, la fábrica de calzados BALLS en Spotwood, muy diferente a
Durmack, es más pequeña, familiar, un local oscuro, algo destartalado y con
maquinaria antigua que lleva 38 años fabricando mocasines que en el momento
presente no parecen estar muy de moda. El dueño es un hombre mayor que quiere
modernizar su empresa. Hopkins se presenta diciendo que pertenece a una
consultoría independiente que le asesorará sobre el rendimiento de su negocio,
a lo que el dueño añade: “tiempo y
funcionamiento”, y entonces el asesor indica: “Existen otros elementos del análisis del rendimiento pero nosotros
tenemos en cuenta todo, no sólo la fabricación sino la situación del capital,
la relación deuda-capital, tendencias del mercado, impuestos y la situación de
la empresa. Hacemos una serie de recomendaciones que ustedes son libres de
aceptar o rechazar”. El dueño de la empresa parece satisfecho; ha
contratado a un gran profesional, que ahora le pide que le dé una idea general
de su problema. El propietario de Balls le explica que lleva 38 años fabricando
mocasines pero que el producto actualmente no está teniendo mucha salida. Añade
que han obtenido saneadas ganancias año tras año pero que siempre hay lugar
para mejoras, para la modernización y la expansión, aunque a esto último el
asesor replica diciéndole que, en ocasiones, la modernización va más por el camino
de la reducción que por el de la expansión.
Wallas quiere visitar los departamentos, consultar los
libros, y pese a que desea permanecer en el anonimato, y trabajar en la sombra,
sin intimar con nadie, analizando las cosas a distancia, el dueño de Balls le
presenta a todo el mundo, y es muy bien acogido por los trabajadores, que le
ven como la esperanza para reflotar la empresa en la que algunos llevan 30 años
trabajando, y lo consideran como uno más. Ellos no son conscientes de que las
cosas vayan mal porque confían, al igual que el dueño, en que todo ha de
funcionar porque se cuenta con tres ingredientes fundamentales: buena gente,
buen patrón y buen producto.
Le enseñan la fábrica y le dicen que la maquinaria es
moderna, aunque él, en realidad, lo ve todo anticuado, rudimentario y viejo. No
hay mucho trabajo pues la producción no es muy alta, y ve a los trabajadores
relajados, charlando, canturreando y con varias pausas de descanso en los que
lo pasan muy bien. Esta situación deja totalmente desconcertado a Wallas: “Ha sido como visitar la casa de mi abuelo y
encontrarla llena de gente”.
Con un joven de la fábrica que le ayuda, comienza a
controlar y cronometrar todas las actividades. En una ocasión pasan delante de
una zapatería y en el escaparate hay mocasines Balls a mitad de precio y Wallas
se entera de que son diseños de ese mismo año y no se trata de producto de
otras temporadas, lo que le muestra que estos mocasines no gustan y no se
venden a no ser que se pongan a un precio muy económico.
La película nos va mostrando una comparación entre la
gran empresa Durmack y la actitud de sus trabajadores, y la pequeña empresa
familiar Balls. En la primera los obreros son muy hostiles con Wallas y le
tratan con insultos y violencia, mientras que los trabajadores de la fábrica de
Spotswood son amables y serviciales con el asesor, le tratan muy bien, le
arreglan el coche gratis cuando se lo estropean unos vándalos de Durmack, y le
invitan a participar en una carrera de coches en miniatura, y todo ello a pesar
de algunas medidas que Wallas ha tomado para mejorar la productividad:
prescindir de la amistad, reducir el contacto entre los trabajadores para
eliminar distracciones. Para ello organiza diversos turnos de comidas, y esto
no es muy del agrado de los trabajadores de Balls que disfrutaban del momento
de la comida como un rato de esparcimiento “en familia”.
Un comercial de la empresa al que da vida Russell Crowe,
sale con la hija del dueño de Balls y tiene muchas ambiciones. Va a visitar a
Wallas y le da información sobre la situación real de la empresa de calzado.
Las cosas no van bien, en realidad, si la fábrica sigue abierta es porque el
dueño ha ido vendiendo sus propiedades año tras año para cubrir los gastos y
pagar las nóminas, pero ya no le queda casi nada. El joven trepa ya se ve
dirigiendo la compañía a su manera: “dirigiré
la compañía, echaré a todo el mundo e importaré producto barato de Asia. Su
informe me conviene mucho”. Añade que no hay ganancias desde el 63 y que
hay que tomar decisiones duras.
Wallas también sabe que hay que tomar decisiones duras,
despedir a muchos trabajadores y, probablemente, incluso cerrar la empresa.
Los trabajadores de Balls necesitan a un participante
para su competición de coches en miniatura e invitan a Wallas. No quiere
participar pero finalmente, y ante el asombro de su mujer, acepta y disfruta
mucho, además contribuye a que sus compañeros ganen el campeonato. Cuando
termina la carrera todos se van de celebración y todos se muestran muy
interesados por lo que les cuenta el asesor, al que ya consideran uno de los
suyos.
Le preguntan cuál es el secreto para que funcione bien un
negocio en los tiempos que corren y él les habla de tres reglas:
1. Reducir
el desembolso de producción inicial.
2. Potenciar
el stock.
3. Asegurarse
de que el producto está bien situado y seguir las tendencias del mercado.
Además les dice que el 50% de las empresas es posible que
no funcionen al año siguiente. Como ve que está hablando demasiado se excusa diciendo que seguro que eso no les
interesa, pero ellos se muestran muy interesados por poder escuchar a un
experto en la materia.
Wallas lo ha pasado muy bien, se ha divertido e incluso
ha ganado un premio, pero resulta que a algunos de esos hombres los despedirán
debido al informa que ha presentado. Aunque ahora las cosas son diferentes, no
son rostros anónimos, son personas con nombre y apellido, gente con la que ha
charlado o con la que se ha tomado una cerveza, personas que han sido amables
con él y que le han ofrecido su amistad.
El dueño de la fábrica reúne a sus trabajadores y, entre
lágrimas y con mucha sinceridad, les dice que el asesor ha elaborado un
informe, el resultado no es muy bueno y a él le produce mucha tristeza tenerles
que comunicar la mala noticia.
Muchos son despedidos después de años trabajando en la
fábrica, están tristes pero no cargan su ira o su desesperación contra Wallas,
a diferencia de lo que ocurrió en la gran fábrica a la que también asesoró.
Todo es muy distinto, en esta ocasión no se ha quedado al margen, detrás de la
barrera, protegido por el anonimato, y por eso en una fiesta le dice a su
socio: “¿Has hablado con alguna de las
personas a las que hemos puesto en la calle, sabes cuántos hijos tienen o a qué
dedican su tiempo libre?”
“¿Vas
a salvar una fábrica de mocasines? No lo sé, pero quizás pueda salvar su
dignidad”.
Ha optado por el camino más fácil: despedir a gente o
incluso cerrar la empresa, pero tal vez haya otras salidas, y por ello va
corriendo a casa del dueño de Balls, aunque ya sea de noche, para decirle que
hay otras posibilidades: “Puede que me
haya equivocado respecto a la fábrica, quizás no haga falta echar a todo el
mundo.
Esto
es un cambio radical.
Lo
sé, he tenido tiempo para pensarlo. Existen otras posibilidades, quizás no
infalibles, pero no creo que su empresa funcione dentro de unos parámetros
económicos normales y no creo que necesite la clase de ayuda que yo les
ofrezco.
¿Todos
conservarán su puesto?
Es
posible que pierda usted a uno”
Se ve a un empresario preocupado por sus trabajadores. Para
él sería más fácil cerrar, pero quiere mantener la fábrica en marcha y, a ser
posible, a todos los trabajadores: “La
gente necesita trabajar, no podemos importarlo todo de Asia”, y además de
sus trabajadores dice: “No me han
decepcionado, me han devuelto más de lo que les he dado”.
“Les
ha hecho vivir en un paraíso falso”
“En
el trabajo no todo es el dinero, también importa la dignidad y tratar a las
personas con repeto”
Cuando Wallas le dice que probablemente perderá a uno de
sus trabajadores se refiere al joven de ventas que, a escondidas de su jefe, le
entregó papeles de la fábrica y deseaba hacerse con el control de esta. El
asesor ve que este joven ambicioso y algo trepa no encaja en la estructura de
esta empresa y le consigue un trabajo en otro sitio, con mayor categoría.
También es una forma de ayudar a una empresa el eliminar o recolocar en otro
trabajo a aquellos elementos que puedan ser “tóxicos” para el funcionamiento de
la misma.
Wallas le dice que el mercado de mocasines está saturado,
pero que tienen equipo y experiencia para abordar nuevos productos como
guantes, chaquetas o fundas de asiento.
El dueño de la fábrica de calzado está tan contento, que,
sin reparar en la hora, quiere llamar a todos los trabajadores para darles la
gran noticia, y además celebrarlo con Wallas con una copita de Oporto.
La esposa del asesor le dice: “Puede que aún tengas una oportunidad”
“No
tengas demasiadas esperanzas, sólo es una noche en toda una vida”.
Pero su mujer sonríe pues ha visto un cambio en su
esposo, un rasgo de humanidad.