LOS
ENCANTOS DE LA GRAN CIUDAD
Jack
Lemmon es el protagonista de Los encantos de la gran ciudad dirigida
en 1970 por Arthur Hiller, responsable también de Love Story. El guión es
de Neil Simon, la música de Quincy Jones, y la fotografía de Andrew Laszlo.
Acompañan a Lemmon en el reparto: Sandy Dennis, Anne Meara, Ann Prentiss, o Ron
Carey.
George
(Jack Lemmon), tiene ahora la oportunidad de promocionar en su empresa, puede
conseguir un ascenso, aunque tendrá que dejar su vida tranquila en Ohio por la
vida estresante de Nueva York. Tiene una entrevista de trabajo en la Gran Manzana y allí
viaja ilusionado con su esposa, que sigue a su marido, pero en el fondo piensa
que a ella le gusta su vida y no está muy convencida de un cambio tan
importante, pese a que George le vende todo lo que cambiará su vida para bien:
ganarán más dinero, tendrán una casa mejor, sus hijos irán a buenos colegios,
etc.
Lo
que iba a ser una viaje magnífico, una gran oportunidad, se convierte en una
pesadilla, todo les sale mal: vuelos desviados por el mal tiempo, pérdida de la
reserva de hotel, caminar bajo la lluvia, dormir en un parque, huelgas,
equipaje perdido, un atraco, entre otras desgracias. El estrés de los
personajes, sobre todo de George, se transmite al espectador, que vive en
tensión toda la película, deseando que algo les salga bien. La poca
hospitalaria Nueva York no se parece en nada al ambiente tranquilo de Ohio,
aunque también en más de una ocasión me ha dado por pensar si se trata de la
ciudad extraña e inhóspita o es que George es gafe, porque tantas desgracias
juntas no es normal.
Hay
un momento en que nuestro protagonista piensa que no va a poder asistir a la
entrevista con sus jefazos, pero finalmente puede asistir puntualmente y
resulta que están interesados en él. Al fin ha conseguido el ansiado ascenso
que creía que por las circunstancias adversas se le iba a escapar de las manos.
George llega muy contento al hotel y le da la gran noticia a su esposa que está
agotada por todas las peripecias vividas, y que le dice que ella lo que más
desea es que haya rechazado la oferta de trabajo y que puedan volver a casa
cuanto antes. Y él le dice que ha hecho eso, que ha rechazado el ascenso y que
vuelven a Ohio a ser felices con su vida tranquila y segura, sin el estrés de
la gran ciudad. Quizás pierdan en ingresos económicos, en lujos y comodidades,
pero ganarán en tranquilidad y calidad de vida. Y es que no todo es el dinero
en este mundo, hay cosas más importantes como la familia o llevar una vida
tranquila y feliz.
Si
bien esta película es una exageración, una parodia de la vida en la gran
ciudad, llena de estrés, prisas, hostilidad y dificultades, nos sirve para
reflexionar sobre las cosas importantes de la vida. Si una persona vive
estresada, con prisas, trabajando a todas horas, viviendo para trabajar más que
trabajando para vivir, sin momentos de ocio, descuidando incluso a su familia
¿Puede ser feliz? ¿No sentirá al final un inmenso vacío? Algo así le pasa al
protagonista de Los descendientes (George Clooney) que siempre se ha volcado en
su trabajo y cuando su mujer cae en coma se da cuenta de que no la conocía, de
que tenía conversaciones pendientes, y que sus hijas eran dos extrañas para él
para las que nunca había tenido tiempo, a las que nunca se había parado a
escuchar.
Al
final George opta por continuar con su vida familiar, su tranquilidad, su
felicidad y decide renunciar a un puesto que le iba a proporcionar más dinero
pero que no le haría feliz, le destrozaría su úlcera y le alejaría de su
familia y de su tierra.
Hay
otras películas en las que se alaba la vida en el campo frente a la frenética
vida en la gran ciudad, como La ciudad no es para mí de Paco
Martínez Soria, o Surcos, filme que ya hemos comentado en laboralcinema.
Jack
Lemmon, protagonista de la
genial Con faldas y a lo loco de Billy Wilder,
está magnífico en su papel, estresado, protestando por todo, creando una lista
negra de personas a las que iba a denunciar por diferentes motivos, angustiado
al encontrarse como un extraño en la gran ciudad, angustiado al estar lejos de
su casa. La esposa es interpretada por Sandy Dennis, que también está perfecta
en su papel, apoyando a su marido en algo que es importante para él, y
deseando, en el fono, que no le den el trabajo y poder así volver a su casa y a
su vida de siempre. Comentar que la actriz venía de ganar un Oscar por su papel
en ¿Quién
teme a Virginia Wolff?
Casi
30 años después se grabó una segunda versión de esta historia con Steve Martin
y Goldie Hawn en los papeles protagonistas, pero he de decir que no hay ni
punto de comparación, y que yo me quedo con la primera versión.
Con
mis comentarios no quiero decir que no haya que tener ambición en el trabajo,
deseos de ascender y progresar, sólo me refiero a que hay que poner en una
balanza los pros y los contras a la hora de tomar una decisión importante como
la que tiene que tomar George, y hay que dar un papel protagonista a la calidad
de vida.
La
próxima película que comentaremos en Laboralcinema será Spotswood, con un
magnífico Anthony Hopkins en el papel de un asesor de productividad. Creo que
os gustará mucho esta película.
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Gran película que no había tenido la oportunidad de ver hasta el momento una de las cosas que más sorprende es que aunque ha pasado el tiempo seguimos cayendo en los mismo tópicos de siempre, donde siempre vamos corriendo de un sitio para otro y queremos abarcar más de lo que en algún caso podemos. Como bien indicas la película esta llevada al extremo, pero realmente esta llevada al extremo, en muchos casos no es así y la vida de algunas personas es mucho más caótica que lo que figura en la película.
ResponderEliminarPor normal general la vida en las pequeñas ciudades o pueblos es mucho más tranquila que el gran día, pero casi todos queremos lo que no tenemos, los de las grandes ciudades buscan la tranquilidad de los pueblos y a la inversa. El ir a la gran ciudad no es la panacea a nuestros males, donde conseguiremos un trabajo, tendremos una casa fabulosa y un trabajo muy bien remunerado en muchas ocasiones no sucede esto y todo lo que creíamos que iba a ser perfecto resulta que no es, y no es que no existan estas posibilidades si no que somos nosotros que no somos capaces de adaptarnos a esa forma de vida.
Como bien indicas en varias ocasiones ya hemos visto lo que implica el cambio del un pueblo a la gran ciudad y a la inversa, claros ejemplos vemos “La ciudad no es para mi” y en caso inverso “Baby tú vales mucho”.
Lo importante para mi es que cada uno valore lo que tiene y se determina hacer un cambio que seamos conscientes de lo que implican los mismos