EL APARTAMENTO
El Apartamento (1960) es una de las obras maestras del genial e inigualable Billy Wilder, protagonizada por Jack Lemmon y Shirley McLaine, que realizan unas interpretaciones memorables, y secundados por Fred McMurray. Se trata de una joya deliciosa, una comedia agridulce y también una crítica, como ahora comentaremos.
La película fue galardonada con cinco estatuillas: película, director, guión original, dirección artística y montaje, de las 10 nominaciones que había recibido. Asimismo obtuvo el Globo de Oro a la mejor película (comedia), el Bafta a la mejor película, el premio a la mejor actriz en el Festival de Venecia y el premio a la mejor película del Círculo de críticos de Nueva York.
CC Baxter trabaja en una gran empresa de seguros, de las primeras de América, tal como nos cuenta una voz en off al inicio de la película, que también nos dice que la casa central cuenta con 31259 empleados, mientras en la pantalla podemos ver un edificio descomunal en el que cualquiera de nosotros nos perderíamos. Un edificio, una empresa en la que nuestro protagonista anda perdido entre la ingente cantidad de trabajadores, en una sala inmensa llena de mesas de oficina, en la que él es un número más, concretamente la mesa 861 del piso 19: Departamento de pólizas, sección de contabilidad de primas. Lleva tres años trabajando allí, cobra 94 dólares con 70 centavos a la semana y trabaja de 9,10 a 5,20. Cada planta del edificio tiene un horario distinto de entrada y salida para evitar las aglomeraciones, detalle que insiste en la masificación y despersonalización.
Pero a pesar de este trabajo monótono, o de ser sólo un número, un oficinista invisible, tal vez sería feliz si pudiera utilizar su apartamento. Un día hizo un favor a un directivo, le dejó su piso para que se cambiara de ropa para asistir a una fiesta y ahí empezó todo. El piso de soltero le pareció el lugar ideal para sus encuentros furtivos con sus amiguitas, y empezó a ocuparlo de forma frecuente con la promesa de prebendas y ascensos, pero no contento con eso se lo comentó a otros directivos, que quisieron tener también acceso a esa llave y que también le hicieron promesas de informes favorables y de una promoción rápida. Con la esperanza de esos ascensos, pero sobre todo porque no sabe decir que no, accede a que se aprovechen de él y que utilicen su apartamento siempre que les viene en gana, organicen fiestas, y además le exigen que haya bebidas y aperitivos.
Él hace horas extras pero no por ambición sino para hacer tiempo, y a veces con frío o con lluvia se pasea por la calle o se sienta en el parque a esperar que su piso esté disponible. Incluso en una ocasión en la que ya está acostado y son más de las 11,00 de la noche uno de estos jefes le llama por teléfono, le dice que ha hecho una conquista y le obliga a que le preste el piso sacando a relucir que está pensando ponerle entre los primeros en el informe de productividad. Él, presionado por el jefe que tiene poder para ayudarle o para fastidiarle acaba accediendo.
En una ocasión, cuando uno de esos mandos intermedios de la compañía de seguros, está en el solicitado pisito de soltero con una joven, esta pregunta de quién es el piso y él contesta: “eso qué importa, de un pobre diablo de la oficina”. Así es considerado, un pobre hombre, un pobre diablo, un tipo sin importancia del que pueden aprovecharse, al que pueden mangonear a su antojo.
Su casera y su vecino, un doctor de mediana edad, creen que es un crápula, un juerguista que organiza fiestas casi todos los días, que lleva muchas mujeres a su casa y que bebe como un cosaco, a juzgar por todas las botellas de licores que hay en su cubo de basura. Él podría contar la verdad, pero calla, probablemente prefiere que piensen que es un conquistador empedernido, un gran juerguista, o un libertino, a que sepan la verdad, que es un don nadie, un calzonazos que no sabe decir que no, un pobre hombre que se deja manipular, que permite que se aprovechen de él.
Su vecino le da algunos consejos, le dice que con lo que bebe debe tener unos riñones de acero, le dice que se cuide, que se tome las cosas con calma, e incluso que done su cuerpo a la Ciencia, que a él le gustaría investigarlo. Él a todos estos comentarios contesta diciendo: “Me temo que iba a defraudarles”.
Finalmente consigue su ascenso, e incluso el gran jefe de la empresa quiere hablar con él, pero no para felicitarle sino para pedirle la llave del pisito.
Aunque no puede disponer de su apartamento ha conseguido mejorar su situación en la empresa y además intenta conquistar a una joven ascensorista, aunque se va a llevar una gran decepción cuando se da cuenta de que es una de las jovencitas que ha pasado por su apartamento y nada menos que con el jefe principal de la compañía. Aun así va a tener oportunidad de ayudarla y de demostrarle su amistad y su cariño, aunque ella está ciega.
En una ocasión, cuando ambos están hablando, el joven le dice que va a mediar para que la nombren jefa de ascensoristas, pero ella no quiere aprovecharse o recibir prebendas y dice que hay otras compañeras que tienen más antigüedad o que lo merecen más que ella, mostrando un gesto de honradez; quiere ganarse las cosas por sí misma, sin enchufes.
En otra ocasión comentan que hay víctimas y aprovechados, pero el joven dice que en realidad él no es una víctima, es el que se ha aprovechado, pues ha conseguido su ascenso y un buen despacho, ha subido rápidamente, y sólo por prestar su apartamento, no por sus méritos profesionales. Esto es algo que también vemos en el día a día: enchufes, pago de favores, amiguismos, carreras meteóricas de personas que no destacan por sus méritos…seguro que todos conocemos algún caso.
Y seguro que todos conocemos casos de jefes que se aprovechan de sus subordinados, los presionan o incluso acosan, los tienen atemorizados con la amenaza de que pueden degradarlos, dar malos informes e incluso echarlos. Esto lo vemos en esta película muy claramente, y cuando al final decide no dejarle la llave a su jefe para que vaya a su piso con la ascensorista y la siga engañando y haciéndole daño, le amenaza diciéndole que tan rápido como ha subido puede bajar. Entonces recuerda el consejo de su vecino que le dijo que fuera un hombre, y decide serlo, se niega a dejarle la llave y abandona el trabajo antes que convertirse en cómplice de su jefe que sólo quiere aprovecharse de la joven. Pero no todo el mundo tiene las suficientes agallas para plantarle cara a un jefe, y menos aún abandonar un trabajo seguro para mantener la dignidad, y menos aún en los tiempos que corren, en que tenemos más de 5 millones de parados, cerca de un 50% de paro juvenil, y muchas dificultades para encontrar un puesto de trabajo. Y el que sí que tiene trabajo se aferra a él y a veces aguanta carros y carretas para no perderlo.
El apartamento nos puede servir para reflexionar sobre diversos aspectos relacionados con el mundo laboral: las presiones que los jefes pueden ejercer sobre sus subordinados hasta llegar en algunos casos al acoso, la honradez, querer subir en el trabajo por la vía rápida utilizando enchufes o lo que haga falta, y también la despersonalización que puede existir en algunas empresas, que llegan a convertir a su trabajadores en números, en personas invisibles y sin rostro.
La semana que viene comentaremos la película El hombre del traje gris.
El apartamento a pesar de estar rodada en los años 60's sigue estando de actualidad, lo que le sucede al personaje que se siente un número en una gran multinacional sigue sucediendo y para ascender en empresas como estas tienes que hacer algo que sobresalga de lo habitual , en el caso del personaje lo que sobresale es un caso extremo, el dejar su apartamento para las fiestas de sus jefes pero el fue la única manera que encontró para ascender, pero el no pretendía ascender así sino que fueron su propios jefes que como excusa para que le dejasen el apartamento le prometieron un ascenso y mejoras económicas, pero que sucede cuando lo consigue que no se siente bien consigo mismo y decide ser consecuente con el mismo y dimitir sin tener un trabajo nuevo, realmente se tiene que ser muy valiente para realizar esto,y esto actualmente sucede, muchas empresas "utilizan" a sus trabajadores intentando sacar lo máximo posible de ellos y en ocasiones con artimañas poco apropiadas e indicando frases como "si te vas tengo 100 cv más" que consiguen con desmotivar más al personal en lugar de motivarlo.
ResponderEliminarYo creo que se tiene que valorar al trabajador por el trabajo que realiza y no por lo que se puede obtener de él (caso película) si que es cierto que una multinacional que se fijen en ti es complicado cuando eres un número más pero puede suceder si vas haciendo tu trabajo diariamente y de una manera correcta llegará el día en que se den cuenta del trabajo que realizas, y con esto no quiero "echar las culpas" a los jefes ya que también hay empleados que hacen cualquier cosa, como ya vimos en películas anteriores, por ascender o conseguir ciertos privilegios. Pero aquí ya depende de la conciencia de cada uno.
Yo creo que el personaje realmente no sabe decir que no y aunque llegue a decir, tras conseguir el ascenso, que es él el que se ha aprovechado de sus jefes yo creo que no se lo acaba de creer. ¿De no haber accedido a sus deseos se habrían limitado a no promocionarlo o le habrían influido negativamente o incluso despedido?
ResponderEliminarHay quien en su trabajo actúa con miedo, y más ahora en que los trabajos en muchos sitios penden un hilo y si se pierde el empleo es muy difícil encontrar otro, así que se van apretando más las tuercas, se va exigiendo más a los trabajadores y se aguantan carros y carretas no vaya a ser que si se dice algo sea peor...
Efectivamente es muy valiente al dejar un trabajo fijo.